Los veinteañeros hijos del Estatut



Reportaje publicado en La Vanguardia el 11 de septiembre de 2005. Texto y fotografías.

El artículo consistió en entrevistar a los trabajadores culturales de la exposición conmemorativa del 25 aniversario del restablecimiento del Parament de Catalunya y que opinasen sobre la situación política y laboral del país.

Reportatge publicat a La Vanguardia el 11 de setembre de 2005. Text i fotografies.

L'article va consistir a entrevistar als treballadors culturals de l'exposició commemorativa del 25è aniversari del restabliment del Parlament de Catalunya i que opinessin sobre la situació política i laboral del país.



A continuación podéis leer la reproducción del texto publicado.

El Parlament de Catalunya celebra los veinticinco años de su restablecimiento con una ambiciosa exposición conmemorativa que constituye un recorrido por la historia del parlamentarismo catalán, desde sus orígenes, hasta las siete legislaturas desde el año ochenta.
Con el objetivo de ofrecer la mejor atención posible, (quién?) ha subcontratado, a través de una empresa de servicios culturales, a veintidós jóvenes. Todos ellos tienen una media de edad de veinticinco años -forman parte de la primera generación nacida en democracia- y muchos la misma que la Constitución Española o el Estatut d’Autonomia.
Pero ¿cuál ha sido el resultado para estos jóvenes de los veinticinco años de actividad parlamentaria?
La inestabilidad y la flexibilización del mercado laboral, las dificultades para emanciparse o el problema de la vivienda son algunos de los temas que más les preocupan. En cuanto a la política, todos afirman sentirse desengañados y excluidos de los discursos políticos. “Creo que cada vez entre las izquierdas y las derechas hay menos diferencia”, comenta María del Puerto, “se tiende hacia el pensamiento único. Cada vez es más difícil decantarse por un partido por la falta de programas políticos concretos. Da la sensación de que siempre ganan los mismos”.
Definitivamente, estos jóvenes, como muchos otros, catalanes o españoles, están en crisis con lo político, o, mejor dicho, lo político está en crisis con ellos.

Tanto a María, como a Emma, Santi o Josep, rompiendo el tópico de que los jóvenes son apolíticos, les interesa la política. “Sí que me interesa la política” declara Josep, encargado de la atención al público en la exposición, “hasta las últimas elecciones siempre había ido a votar, pero he llegado a tal punto de desencanto y desilusión que he decidido no ir a votar más”. Santi, jefe de equipo de la exposición, aclara: “No voy a votar, no porque no me interese la política, sino porque, salvo en actuaciones muy puntuales, no me siento identificado con ningún partido político”.
La elevada abstención de voto entre la población joven, y entre la que no lo es tanto, constituye uno de los síntomas claros de esta desilusión generalizada hacia lo político. Aunque en muchos casos abstención no significa falta de interés o indiferencia: “Creo en la abstención activa, el voto en blanco no supone ninguna incidencia en los índices de votación, pero la abstención sí. Es mi manera de expresar mi desacuerdo con el sistema representativo actual”, explica Santi. “No voto sólo porque no me sienta representada, sino porque creo que el sistema representativo actual tendría que promover más la democracia directa, ser un sistema más asambleario, construido desde abajo y no delegar todas las decisiones a partir de un voto que otorgas a un grupo político cuatro años”, comenta Emma. Aunque también deja (sigue hablando la misma?) espacio para la autocrítica: “Hay una tendencia general, no sólo en los jóvenes, a la conformidad. No somos todo lo críticos que deberíamos ser”.

Mientras los trabajadores de la exposición del Parlament atienden a los visitantes, en el piso de arriba, en el salón de sesiones, los parlamentarios determinan las leyes que les afectarán en el futuro. A pesar de que sólo les separan unas escaleras, la sensación de lejanía e incomprensión de unos hacia los otros es enorme. “Creo que los jóvenes estamos excluidos totalmente del discurso político”, opina María, y Emma añade “tanto los partidos políticos como los sindicatos dan cobertura a una franja de edad más adulta, enmarcada en un sistema laboral más estable, un sistema al cual nosotros no podemos acceder, un modelo que para nosotros ha pasado a la historia”. “No me siento escuchado como joven”, sentencia Santi, “pero en cambio sí me siento atendido como potencial consumidor”, y es que los principales problemas de los jóvenes son económicos, problemas que arrastran todos los demás: “uno se da cuenta de que en la política, aunque votes a una persona o a un grupo político determinado, éstos están enmarcados en parámetros económicos, no sociales”, explica Maria.

Mientras Josep se toma un cortado en el bar del Parlament, cuyo coste supone la mitad que en el bar de su facultad, comenta: “el problema es que al hecho de ser joven actualmente se le ha atribuido una serie de conceptos como la indiferencia, la inestabilidad o la búsqueda de referentes, sobre lo que queremos hacer en nuestro futuro, y eso no es cierto. Muchos jóvenes sabemos claramente lo que queremos ser, pero nos encontramos con grandísimas dificultades para llegar a serlo. No quiero unas políticas concretas por ser joven, no quiero que me den ayudas: quiero que cambien los mecanismos del mercado laboral para poder hacer y ser aquello que quiero. No como joven, sino como persona”.

Si va a visitar la exposición, el equipo humano que le atenderá está formado únicamente por jóvenes licenciados, todos ellos hablan uno o más idiomas extranjeros y poseen una preparación académica superior a la de muchos de los diputados del Parlament, y sin embargo, cuando se termine la exposición se les acabará el contrato y volverán a buscarse la vida. Volverán a trabajar como camareros, como teleoperadoras o, con suerte, trabajarán en alguna otra exposición cobrando 4,50 € la hora, como hasta el momento.
Aún así, saben reconocer los avances que se han producido en temas de política social y laboral en comparación con la juventud de sus padres. “Soy hijo de inmigrantes andaluces, comenta Santi, “mi madre trabajó de niña en los campos de Andalucía y vino a Cataluña, donde empezó a trabajar en una fábrica. He visto a mi madre llorar cuando a mi hermano lo hicieron fijo en un taller mecánico, y lloró también cuando le dije que había conseguido este trabajo en el Parlament”. Ellos son conscientes de que han ganado en libertad de expresión y de que no tienen que emigrar a otro país para encontrar trabajo, pero también reconocen que sus expectativas de futuro y algunos derechos adquiridos por sus padres se han visto mermados. Esos padres lo dieron todo por que sus hijos tuvieran una educación, puesto que en su época tener estudios significaba disponer de una mejor calidad de vida.( si no, queda colgada la frase.) “La fórmula de a más estudios mejor futuro ya no funciona. El mercado no considera que tener cierto tipo de conocimientos sea rentable. Pese a todo, no me arrepiento de haber estudiado”. (quién lo dice?)

Dentro de poco, estos jóvenes no lo serán tanto. Muchos de ellos, aunque se niegan a resignarse, ven el futuro con pesimismo: “Mi futuro lo veo bastante negro”, comenta Josep, “sobre todo en lo laboral. No quiero aceptar los trabajos precarios que me ofrecen, pero lo tendré que hacer, porque es muy difícil tener un trabajo fijo actualmente. Aunque creo que si uno lucha todo se puede conseguir”.
Cuando se les pregunta cómo ven a las generaciones venideras, los chicos y chicas adolescentes que dentro de poco podrán votar, muchos comparten esa visión negativa: “Los veo como carne de cañón. Están más desprotegidos que nosotros, si cabe, ideológicamente y con menos recursos y autonomía de pensamiento crítico”. “Quizá los valores con los que han estudiado/crecido estos jóvenes no sean los mejores, como no lo eran los nuestros ni los de nuestros padres, pero creo que hay gente que vale mucho la pena. Confío en la capacidad de cada uno de pensar por sí mismo. Me quedo con la persona”. (Quién habla?)

Tras la entrevista, los trabajadores de la exposición del Parlament regresan a sus lugares de trabajo. Mientras tanto, los políticos descienden la escalera de honor y salen. De fondo se oye el vídeo de bienvenida a la exposición, donde el Sr. Benach, president del Parlament, dice: “Benvinguts a casa vostra”.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
O tempora! O mores!
Joder, yo fui protagonista de excepción de toda aquella movida. Y si tuviera delante el mismo dilema, volvería a actuar igual.
Un beso Natalia.

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