Arte terápia


Artículo publicado en Oxígeno el 17 de noviembre de 2005.

La dificultad de este proyecto fue ilustrar con fotografías el trabajo de estas profesionales teniendo en cuenta que no podíamos fotografiar a ninguno de sus pacientes ni sus sesiones de arteterapia.

Finalmente les pedí que posaran dibujando o creando, tal y como hacían en sus sesiones. 


Arteterapia, el tratamiento del pincel. Fotografías: Natàlia Galbán. Texto: Xavier Díaz

Montse Montané acude hoy, como cada jueves y como cada semana desde hace meses, a su sesión particular con sus pacientes en un centro de Granollers (Barcelona), su cuartel general. Todas las personas que están en la sala son mujeres de mediana edad y, a pesar de sus diferencias evidentes, tienen un nexo de unión: todas ellas han padecido un cáncer de mama y todas asisten, a esa privada e íntima sesión de arteterapia.
Montse, pintora de vocación, es la terapeuta del grupo junto con Marta Ballbé licenciada en Bellas Artes y Educación Social. Ambas han trabajado con niños que presentan problemas emocionales y con personas mayores que residen en un geriátrico perseguidos por la implacable soledad o abandonados por la familia. Ahora, desde hace un tiempo codirigen las terapias dedicadas a mujeres que están intentando escapar de una amarga experiencia traumática. Ese día Marta y Montse les ofrecen moldear una escultura a partir de sosas tabletas de barro, listas para adoptar las formas más inverosímiles. Surge rápidamente un tema de conversación en paralelo que sirve para que alguna de ellas –y en definitiva todo el grupo- expulse un ápice de resquemor interno, quizás algo de rabia, y en gran parte, unas ganas locas de hablar, de explicar, de abrir el alma… Pero Montse está ahí, para contener, para aliviar y repartir dosis de comprensión y analizar las emociones de cada una de sus pacientes. Ahí nace el principio de la arteterapia.

¿Qué es?

“Empleamos materiales artísticos –precisa Marta- como método de expresión para llevar a cabo una terapia y, realmente, los elementos plásticos funcionan como vía de conexión. Nosotras proponemos las herramientas y a partir de aquí surge un diálogo”. Es aparentemente una sencilla manera de ahondar en el pensamiento del paciente utilizando como excusa una obra de arte. Es una vía más para llegar al subconsciente.
Desde un simple papel arrugado hasta un elaborado dibujo, cualquier obra que sea el resultado de un proceso creativo puede dar pie a una conversación en la que el arteterapeuta desempeña una función concreta. Él es el que sabrá contrarrestar los impulsos expresivos y sobre todo se entregará como apoyo emocional. En principio, la obra no será interpretada por el experto ni servirá para establecer un diagnóstico porque cada terapeuta podría tener una opinión totalmente subjetiva del dibujo y quizás se estaría equivocando en su veredicto.

A pesar de que aparentemente la arteterapia es toda una gran desconocida en España, hace ya bastantes años que forma parte de la vida cotidiana en las escuelas y en los hospitales de Estados Unidos y Gran Bretaña. De hecho, nació a finales del siglo XIX al amparo de los psicoterapeutas ingleses y norteamericanos como un procedimiento válido para facilitar la expresión de los pacientes. En Londres fue donde precisamente Marta supo de la existencia de la arteterapia y al volver de su estancia en el extranjero decidió iniciar un Máster en arteterapia en Barcelona.

Los grupos de pacientes


Francesca Piñol es una joven antropóloga que ejerce como arteterapeuta en el departamento de Oncología de una clínica catalana. Su desafío diario, en su caso, se concentra en sesiones individuales o grupales en el hospital donde se encuentran ingresados sus pacientes, algunos en fase terminal. Ella reconoce, sin ningún atisbo de autocompasión, que “representa todo un reto descubrir cómo los pacientes interpretan y se enfrentan a la muerte”. Sin ir más lejos, la arteterapia es uno de los mecanismos que ayuda a contrarrestar el dramatismo de un trance vital de esa magnitud y “digamos que –señala Francesca- este tipo de terapia sirve de ayuda para que los pacientes sigan luchando por la vida”. Ella debe motivarlos y atraerlos desde su aséptica y glaciar habitación no sólo para que se desfoguen sino también para que compartan su crítica vivencia con otros compañeros.
Está claro que tras las sesiones de quimioterapia a las que obligatoriamente se tienen que ver sometidos sus pacientes, únicamente con el simple hecho de haber llegado hasta aquí y empezar a crear, es un motivo de satisfacción, sobre todo con el titánico esfuerzo que todo ello supone.
La arteterapia es una hija legítima de la psicología aunque en determinados pacientes la aportación del tratamiento a partir de la creación artística ha sido decisiva. La arteterapeuta Maricel Monté apunta que “en el ámbito infantil queda todo un camino por descubrir puesto que muchos psicólogos no están obteniendo los resultados deseados. Además esta terapia es idónea para personas con dificultades en el terreno de la expresión y la comunicación”. Con una gran formación artística, esta reputada diseñadora gráfica, se ha puesto manos a la obra desde hace más de tres años y actualmente desempeña una labor colosal llevando el caso de un adolescente con síndrome de Down que arrastra un grave problema de identidad sumado a la crisis de la adolescencia. Además, se ha encargado también del caso de una niña que proviene de una familia desestructurada. A raíz de sus sesiones de arteterapia centradas en niños, Maricel ha concluido que en el caso de adolescentes predelincuentes que provienen de familias rotas “los dibujos que simbolizan el viaje como los aviones, los coches o los caballos es la manera con la que muchos de ellos expresan sus deseos de escapar de su crítica situación”.


La exposición de obras


El Seti es uno de los conceptos primordiales de la arteterapia. Es una terna de pautas establecidas que se establecen en cada sesión: realizar todas las actividades en un mismo espacio y a la misma hora, que el comportamiento del terapeuta proporcione seguridad y confianza, y todas estas acciones se deberán cumplir siempre. De esta forma se garantiza una máxima estabilidad, en la medida de lo posible.
Asimismo, uno de los puntos clave para conseguir ese estatus de seguridad es la confidencialidad que debe haber entre el paciente y el terapeuta. Todas las obras que se realizan durante las sesiones de arteterapia forman parte de la terapia particular y muchas veces los pacientes las destruyen, las guardan o sencillamente quedan en poder del arteterapeuta. Es por ello, que “exhibir las obras sería como si un psquiatra hiciera públicas las conversaciones con sus pacientes”, –subraya Francesca Piñol-“. En todo caso, las creaciones nunca deben ser las protagonistas porque las obras por sí solas sólo tienen sentido dentro de una sesión determinada. De hecho, el objetivo de la terapia nunca es exponer las obras.
El triángulo que se forma entre el objeto creado, el enfermo y el terapeuta es la razón de ser de la arteterapia.. Maricel Monté concluye que en este tipo de terapia “el protagonista principal es el paciente y el psicoterapeuta sólo acompaña, hace la función de espejo, ayuda a digerir lo que al paciente le cuesta aceptar, en definitiva, le hace de estómago”.


Cabeza sobre papel



Hace tres años Maricel Monté tuvo el caso de una niña que padecía espina bífida que tras unas cuantas operaciones pudo caminar. Maricel explica que la niña sufría además un problema de espalda a causa de su gran talla de pecho. A pesar de su juventud (13 años) su cuerpo se había desarrollado más rápido de lo normal. Llegó a la consulta con una seria depresión porque estuvo hasta los 9 años en una silla de ruedas y al principio de las sesiones presentaba un cuadro de ansiedad y se podía pasar horas sin hacer ningún gesto.
En la seguridad social aceptaron la petición para una reducción de pecho y, poco antes de la operación quirúrgica, durante una sesión, tras 20 minutos totalmente estática, dibujó una cabeza muy grande que ocupaba toda la hoja, prácticamente. Le dibujó cabellos, pestañas, etc., pero curiosamente no le dibujo el cuerpo. Todo el mundo comentaba que ella no tenía ningún miedo a la operación porque ya había entrado siete u ocho veces al quirófano y no mostraba indicios de tristeza. Sin embargo, al dibujar esa cabeza se manifestó su miedo y su angustia latente, en el dibujo había anulado completamente su cuerpo.

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